07/02/08

Arribismo uno

Tuve, como buen arribista, la suerte de leer Kitsch cuando aún se encontraba lejos de ser publicado. Llegó a mis manos, o a mi computadora, no por que fede y yo fuéramos sotaneros, sino por que le comenté, cuando fede aún se encontraba estudiando su maestría en Chile, que yo estaba escribiendo un texto poético titulado Airport, en el cual al fin estaba logrando plasmar mi experiencia como extranjero en Puerto Rico. Fue entonces que fede me comentó que él también tenía en el tintero un texto con título en ingles: Kitsch. Cuando me dijo de lo que trataba supe que el parecido de los textos se reducía al idioma de los títulos; y claro, a que ambos, a su modo, pretendían ser poesía. Es así como Airport, mi texto no nato, haciendo justicia a su nombre, me sirvió de puerto hacia Kitsch, ese otro puerto, donde el poeta puertorriqueño Federico Irizarry, hoy director de El Sótano 00931, nos invita a entrar desprovistos de máscaras y taparrabos.

Kitsch, el título, pende en la entrada como advertencia silenciosa: señores, la solemnidad está prohibida. No es sólo un rótulo, es la señal que advierte al lector de lo que hallará en el viaje. Kitsch aborda y plasma lo kitsch sólo para hacerlo visible, hacerlo público y así poder dispararle, a quemarropa, fuera del anonimato. Kitsch, disconformidad a flor de titulo, coordenadas sugerentes del registro poético.

Lo peor que puede dejar en mí la lectura de un texto no es que el texto no me guste sino que me deje completamente indiferente. Kitsch no sólo no me dejó indiferente, sino que me gustó. Por supuesto me gustó - no me gustó parece más un juicio gastronómico que estético, pero es un buen comienzo. Siempre he creído que las primeras lecturas terminan elaborando un juicio impresionista que oscila entre me gusta y no me gusta; y que luego, tras lecturas más sosegadas y sesudas, se transforma en un juicio literario que oscila entre buena y mala literatura.

Kitsch tras su máscara cotidiana deja entrever su esqueleto por venir. Kitsch tras arrancarnos una mueca, una sonrisilla, un desconcierto, queda rutilando como un sol a medio día, mostrándonos sus huesos poéticos y proteicos a plenitud. En este sentido la mueca resulta ser sólo una cortesía de la casa, la tarjeta fosforescente que invita a una lectura más sosegada. Uno corre el riesgo de contentarse y/o extraviarse con esa sonrisilla provocadora de Kitsch y perderse así irremediablemente el gran banquete de disconformidad que el poeta ofrece a lo largo de su ópera prima. Los vestigios proteicos de Kitsch dejados tras una lectura complaciente y/o desprevenida exigen una lectura arqueológica. Kitsch provoca en el lector una sonrisilla no por que Kitsch sea un chiste o sea una fiesta, sino por que desconcierta al lector (hipócrita) ¿A quién le gusta, en su sano juicio, que le recuerden y le enrostren aquello de lo que huye (in)conscientemente? ¿A quién le gusta que le recuerden lo que quiere olvidar y/o ignorar? Pero como Kitsch no es complaciente, ni pretende ser un bálsamo para un lector conformista y/o adocenado, se instaura como una onda de crítica impiadosa y acida que sopla contra la hipocresía y la banalidad, contra la degradación estética y ética, contra el status quo, contra la doble moral, tan bien institucionalizadas. Kitsch, en fin, devela una realidad latente que subyace bajo la parafernalia de nuestro doble discurso moral. Kitsch grita aquello que sufre y exige silencio. Kitsch es un grito inteligente, dialogante, sosegado, contra lo que la propia etimología de su nombre designa. Kitsch, paradójicamente, no es kitsch. Kitsch es un resorte comprimido que se libera contra lo kitsch. Los nervios de Kitsch no sirven sino para quebrarle los nervios a lo Kitsch. Y todo, bajo una atmosfera de cotidianeidad gracias a la irreverencia: ¿por qué la irreverencia, aunque temida y evitada, nos resulta siempre tan familiar? Entonces, si Kitsch es un viaje inesperado, no solicitado, que nos devuelve a la realidad que conocemos bien pero que (in)conscientemente ignoramos y/o solapamos y/o evadimos es natural que la fiel sonrisilla venga a nuestro auxilio, y amenace con congelarse en nuestro rostro.

Fede es un poeta irreverente, un poeta que desacraliza –¿mundaniza? – al poeta, deshipocritiza al lector. Fede es capaz de reírse de sí mismo; actitud que le otorga la licencia natural para mofarse del mundo. Y Kitsch es la prueba de que Fede ha dispuesto de esta licencia, tal como lo afirma Juanmanuel Gonzales Ríos en el prólogo: kitsch… es un atentado contra la seriedad o lo presuntuosamente serio.

Para muestra, el poema Camp, donde el poeta denuncia crudamente la lucha que los yuppies y las barbies nacionalistas libran desde la comodidad de el oscuro bar de izquierda con aire acondicionado bajo el ojo atento, pero descontextualizado y recriminatorio del ícono nacional puertorriqueño Albizu Camp(os). La Enérgica generación Medalla, que no deja el aula por la trinchera sino por el bar(eto), que no deja el libro por la metralla sino por la cerveza nacional, se ahoga en su propio discurso líquido y etílico mientras Albizu Kitsch, sorprendido, se va quedando sin fuego nutrido en la mirada.

Kitsch es poesía, sin duda, sobre papel; mientras Airport sigue padeciendo en mi computadora la incerteza de serlo o no serlo.

Salud poeta, qué saludable es (son)reír de uno mismo.


Camp


Ven, levanta sin miedo esta manta.
Mira, este grumo de grasa y humores podridos
alguna vez fue importante para un hombre
y también se llamaba patria y delirios.
—Gottfried Benn—

Hagamos una revolución para divertirnos.
—D.H. Lawrence—



En el oscuro bar de izquierda
—ya sin fuego nutrido en la mirada—
tu agitado rostro reluce
desde el póster de una pared.
!Es la huelga del 34 y gritas!

Pero descontextualizado

en este bareto
no haces más que abrir la boca

para cantar canciones
de Jim Morrison o de Lou Reed;

en todo caso
para pedir heroicamente un trago.

En las mesas
hay jóvenes bellamente alborotados;
bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti.

Enérgica generación Medalla,

yuppies y barbies nacionalistas
que te reclaman,
divo de la nación,

como indiscutido salvapatrias,
cual peluche patriótico,
como una mascota revolucionaria.

En las mesas
hay jóvenes en aire acondicionador;

bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti,

Albizu Camp,
Albizu Pop,
Albizu Kitsh


Robert Jara
Poeta y Músico peruano

11/08/07

Sobre "Kitsch" de Federico Irizarry Natal

De un poemario uno espera atrevimiento, riesgo; un desdén ante la posibilidad de alguna vez pertenecer al canon, de ser alguna vez comentado por la academia.

De un poemario uno espera rigurosidad estructural, una demostración de voluntad, un reto ante la regla autoimpuesta y una demostración de libertad ante esa regla.

De un poemario uno espera imaginación e inventiva en el lenguaje y en la forma utilizada para presentar ese lenguaje. Un cuestionamiento de ese lenguaje y en la forma utilizada para presentar ese lenguaje. Un cuestionamiento de ese lenguaje y de sus formas, una duda sobre la capacidad de ese lenguaje y de esa forma para significar, una duda sobre la posibilidad de significar.

De un poemario uno espera un diálogo con la tradición, un diálogo con los contemporáneos, un diálogo con los maestros, un diálogo con los olvidados, un diálogo con los desconocidos, un diálogo con todo y con todos.

De un poemario uno espera conflictos con lo que ya se sabe o se creía saber.

De un poemario uno espera invitación a la controversia.

De un poemario uno espera la oportunidad de enredarse a los puños con el texto.

De un poemario uno espera diversidad de formas ninguna de las cuales se constituye a sí misma como la única, la absoluta, la superior.

De un poemario un espera que cada poema se un mundo altanera y humildemente autosuficiente.

Uno espera, pero no siempre recibe. De vez en cuando uno es sorprendido. Kitsch.

Nelson Rivera
Dramaturgo puertorriqueño.
Texto leído en la FIL de Santo Domingo a fines del mes de abril de 2007.

10/19/07

Poesía de nuestro tiempo

Provocadores, lúdicos, alusivos, estos poemarios nos permiten tomar el pulso de la poesía más actual del país.

Dos poemarios relativamente nuevos avivan el panorama de la poesía puertorriqueña contemporánea. El de John Torres, ‘Fracturas del devenir’, juega con el lector de varias maneras. La secuencia misma de los poemas guarda un orden inverso, de atrás hacia delante. Los primeros poemas que figuran en el libro pertenecen a la sección numerada “3.1”; los últimos a la que se identifica como “0”.

El recurso instala un talante lúdico que se afirma en los juegos semánticos y de palabras: ‘devuelves tu tiempo/ da vuelta tu templo/ tu tiempo es prestado’ (en ‘El sistema del doctor Kevorkian’). En ‘El microbito de Kafka’, el juego contempla una progresión: ‘Debemos el aliento a nadie/ debemos alentar a nadie/ debemos persuadir a nadie’ en un poema cuyo tema es la negación, precisamente, del valor de las palabras y de la permanencia de los sentimientos: ‘Las palabras son cifras exponenciales/ despojadas del soplo originario/ y esto es todo lo que nos queda’ y ‘Véndeme tus recuerdos/ véndeme todos los que quieras olvidar’.

Se trata de una manera de darles la vuelta a las palabras para que proyecten más ampliamente sus significados, implicaciones y sugerencias mediante novedosas combinaciones, de la misma manera en que se le puede dar la vuelta a una piedra preciosa para que la luz se refracte de diferentes maneras. Son, efectivamente, fracturas, quiebras anticipadas en el título mismo del poemario. El juego de palabras se refleja también en el juego intelectual/cultural del poemario. El lector debe estar en estado de alerta continuo, tan sutiles son a veces las claves alusivas.

En algunos casos, los poemas nos refieren a un sentimiento o a una situación que está tan sólo delineada: El poema ‘Poética minimalista’, por ejemplo, lo es. Tras un epígrafe más largo que el poema mismo, leemos tres versos de una sola palabra cada uno: ‘Decir,/ casi/ nada’. Con ello se desata una compleja red de sugerencias sobre la palabra y la poesía, y el poder sugeridor de ambas.

El poema ‘Eclipse’ roza con lo místico al explorar la aparente contradicción del tópico consagrado de la ‘noche oscura’: ‘En la oscuridad todo es diáfano,/ entre la niebla se levanta la imagen/ libre de toda forma/ perfecta/ despojada al fin/ de la últimapalabraengendrotodocomunicador/ luego regresa el sol/ a dar fe de lo invisible’.
La temática del poemario, la economía y eficacia de los recursos poéticos -imágenes, juegos de palabras, yuxtaposiciones (excesivamente difíciles de penetrar en ocasiones)-, apuntan hacia los comienzos de una trayectoria que habrá que seguir.

El poemario de Federico Irizarry Natal se anuncia como una provocación desde su título mismo: ‘Kitsch’, es decir, remedo descontextualizado del gran arte, imitación paródica, reto a la arbitrariedad del “buen gusto”, mímesis y eclecticismo. Se trata de una poesía muy irónica, muy consciente de sí, cuyo artificio se hace patente desde la ordenación misma de los poemas: alfabéticamente.

El lector va de sorpresa en sorpresa; de revelación en revelación. El poeta va desde el movimiento anticlimático de ‘Ars’: ‘Entusiasmado/ salí temprano en la mañana/ a robarme el fuego de los dioses,/ pero regresé tarde y lento/ fumándome un cigarrillo’ hasta el hilarante desafío a la tradición poética romántica de ‘Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en poesía’: “Sentirse entre rinocerontes;/ reconocerse el asesino; sacudir la gota de pis en el cenicero,/ todo ello/ muy bien/ puede ser poesía... ‘¿Qué es poesía?’, dices mientras clavas/ en tu inquietud extraña un dedo inútil… / ‘¿Qué es?’, insistes. Y no puedo más/ que proponerme a replicar a duelo./ A estas alturas en que no se mata/ ni se muere uno por amor,/ ninguna otra puede ser mi réplica:/ Poesía no eres tú./ ¡Quien lo probó lo sabe!”.

“Tentado”, efectivamente, “por el verso ajeno”, Federico Irizarry Natal pone en juego una fuerza paródica que implica reflexión tanto sobre la condición humana como sobre la actualidad y sobre la poesía y su trayectoria. En ‘Volován’ escribe: ‘En la masmédula/ de Trilce/ habita Altazor’.

Hay aquí poemas verdaderamente antológicos. En ‘Uppercut’, por ejemplo, el objeto de la proyección paródica no es, como suele ser el caso, ni el sentimiento, ni el arte ni lo sublime, sino la violencia -ya paródica por sí- de la pantalla. Tras una serie descriptiva de acciones sangrientas y crueles –‘Pensar en clave de sangre salpicada/ contra el espejo retrovisor;/ de masa encefálica;/ de bota dirigida hacia la frente de algún chico duro…’- el poema termina: ‘Pensarlo todo en secuencia acelerada/ de largometraje y de banda sonora./ Y luego ser. Sencillamente ser/ hacia el hondo relincho de la cámara/ el vibrante centro de la toma’.

Tremendamente mordaz, devastadora, es la ironía contenida de ‘Camp’. La imagen de Albizu Campos preside, desde un cartel en la pared de un bar, sobre la ‘Enérgica Generación Medalla,/ yuppies y barbies nacionalistas// que te reclaman,/ divo de la nación…’.

El poemario está cargado, efectivamente, de referencialidades que se distorsionan continuamente para establecer puntos de apoyo en la realidad más actual. Uno, tan feroz en su visión crítica del momento como lo fue el soneto de Quevedo de la etnicidad del sujeto original, es el titulado ‘Yuppies’: ‘Érase un hombre a un celular pegado,/ érase un figurín superlativo,/ érase un yuppie muy formal y altivo/ érase un fleje imberbe bien parado,/ era un gabán de mall mal encarado,/ érase casi un dólar pensativo/ érase un hierofante ejecutivo, / era Marylin Manson trajeado…’.

El lector pasa de poema en poema de este libro descubriendo visiones nuevas, inéditas, sorprendentes. El movimiento temático interno va del humor al sarcasmo, pasando por la reflexión, usando imágenes muy gráficas (en ‘Jeans’ dice: ‘Juventud, divino trasero’), sumamente ingeniosas e imaginativas. La poesía de Federico Irizarry Natal deleita y sorprende, divierte y conmina a repensar nuestro tiempo.

Carmen Dolores Hernández
Crítica Puertorriqueña

Poeta y antipoeta

Se fue para Chile sabiendo que quien siembra palabras cosecha poesía y luego de cambiar tres de nuestros veranos por los fríos inviernos de Santiago regresó para recoger, de su trabajo sobre la letra, el fruto de un poemario ya maduro. No en balde, ya durante sus años de juventud esa misma semilla había sido sembrada en él. Federico Irizarry Natal se reconoce como el producto de las tertulias entre amigos del Colegio Ponceño y “lo inteligente como interesante que José Víctor Madera” -profesor de aquel entonces- “hacía las clases”.

Detrás de su rostro -“rojo como el bronquio de un pescado”, lee uno de sus versos- se encuentra el escritor que escapa a la receta del poeta exigido a raíz de la lectura de sus poemas. “Provocador desde la página; en lo personal una persona completamente conservadora, políticamente correcto”. Así habla quien en medio de un café describe su infancia como, “una normal para cualquier niño de clase media”.

Ingresó a la universidad con la idea de realizar estudios conducentes a medicina, pero como descubre luego de pertenecer al Circulo Literario René Marqués y algunos poemas publicados durante esos días, siempre parece haber más de una fórmula para hacer las cosas. Al menos fue como resolvió el dilema de pasar del interés por la psiquiatría al estudio de la literatura durante su segundo año de universidad. “Diría que la medicina me intereso de otra manera”, señala el autor de Kitsch, su primera entrega gracias a Isla Negra Editores.

Cuando explica las razones por qué escribe no parece haber abandonado del todo su vocación por la salud mental y la conducta humana. Comenta que, “se escribe por necesidad, por desconocimiento -en la medida en que la literatura sirve como vía de conocimiento, pues uno va de alguna forma percibiendo distintas visiones de mundo-, y como terapia sin lugar a duda. Para no quedarse da’o, para vengarse del mundo pues no se escribe para transformarlo. También es terapéutico eso”.

Chile

Confiesa deberle mucho a la poesía chilena, al estimulo del profesor chileno Luis Díaz Márquez, de la Universidad Católica de Ponce, y a su amigo y poeta, también chileno, Jermaín Flores. Pero más que nada fue el deseo de conocer ese mundo, o más bien otras visiones de mundo, lo que lleva a Federico hasta Chile. En Santiago, en tento realiza estudios doctorales, no sólo descubre otra realidad sino que también encuentra múltiples maneras de nombrarla a través de la poesía.
“Chile me dio la oportunidad de conocer la antipoesía -que ya conocía acá- desde la perspectiva de su evolución a través de otros poetas como Enrique Lihn, Manuel Silva Acevedo, Óscar Hahn, Gonzalo Millán, Rodrigo Lira, Bruno Vidal… y de alguna forma me di cuenta que la evolución de la poesía llevaba hacia otros lares que no se daban en lo antipoético de Parra”.

Así como no cree en el poeta como un ser especial, por eso antipoeta, tampoco cree en una poesía única y estática sino más bien que cree en ella como punto de partida y viaje. “Siempre se parte de la necesidad de dialogar con otros textos para dar respuestas a ciertas lecturas que con el tiempo se van haciendo; de alguna manera uno siente que es necesaria una respuesta por lo leído”, apunta.

Pensando en el lector, admite Federico que “el poeta viene a ser en cierta medida sólo una conciencia estructurante de las palabras. No se quien es el lector… escribo quizás para distintos niveles de lectores. Yo creo que escribo hasta cierto punto para quien pueda disfrutarse las imágenes, el vértigo de la escritura al momento. Pero también creo que hay un segundo nivel que permite el abordaje más profundo de un lector que quizás sea un poco más exigente. En fin, escribo para alguien que desconozco; y dentro de ese alguien que desconozco, que bien pudiera ser colectivo, me incluyo a mi mismo”.

Jorge David Capiello-Ortiz
Poeta puertorriqueño
El Nuevo Día, 21 de julio de 2006, pág. 84-85.

03/10/07

Los poetas sin aureolas

En uno de sus poemas Charles Baudelaire describió la caída de la aureola del poeta como una consecuencia de los paraísos artificiales que ofrecía el París de Haussmann, aquella ciudad moderna donde los escaparates de mercancías iban ganando un protagonismo fetichista. Herederos de esta visión desacralizada del poeta, Juanmanuel González Ríos y Federico Irizarry Natal redefinen la figura del poeta y la poesía en el contexto actual de la sociedad de consumo.

Sobre todo tus silencios de González Ríos deslinda en sus páginas una poética híbrida que parodia el quehacer poético pero sin abrazar del todo la sociedad de consumo. El peso mayor del poemario recae en su primera parte: “De cómo el joven poeta escribió su primer libro”. Ya desde el título se recoge con humor cervantino el afán del hablante poético de objetivarse en tono paternalista como “joven poeta”. Ese sintagma “De cómo el joven poeta…” es un leitmotif en muchos de los poemas, la mayoría de los cuales son cortos y discurren sobre temas tan diversos como el sexo, el desamor, el consumismo, la política y el quehacer poético mismo. A la diversidad de temas corresponde una multiplicidad de registros lingüísticos. Léase, como ejemplo, el ingenioso “De cómo el joven poeta reclama por daños y prejuicios”, texto en que el hablante poético utiliza un lenguaje automovilístico para describir una relación sexual que culmina en el desencuentro de la pareja.

Pese a la distancia paródica, la figura del poeta mantiene en “Sobre todo tus silencios” una relación ambigua con la sociedad de consumo. Si bien desacraliza “la difícil disciplina de escritor” viendo televisión, todavía guarda la esperanza de “aprender a decir no” “a las manzanas expuestas en vitrina / y los paraísos de neón”, imágenes que actualizan, en clave postmoderna, la ciudad de Baudelaire.

Por su parte, en Kitsch de Irizarry Natal, la pérdida de significado de la sociedad de consumo es regurgitada con irreverencia iconoclasta por un hablante poético que se reconoce como un Prometeo fracasado, según leemos en “Ars”, el primer poema del libro. Ante una realidad convertida en pura superficie, en lentejuela kitsch, el hablante poético propone una canibalización total de la figura del poeta y de la poesía. Para ello se vale de un lenguaje agresivo y disonante, inspirado en la publicidad, en el grafitti, en la música grunge, entre otros, así como de técnicas propias de la postmodernidad como el bricolage y el pastiche.

Nada en el texto escapa a la banalización del kitsch, de lo estridente y vacuo de la sociedad de consumo. Albizu Campos es convertido en “peluche patriótico” en el poema “Camp”; unos mahones sirven para parodiar a Darío con el verso en clave publicitaria: “Juventud divino trasero”; la poesía ya no es una arma cargada de futuro, como quería Celaya, sino un arma cagada de futuro; un yuppie, en clave de Quevedo, “érase un hierofante ejecutivo / era Marylin Manson trajeado”; y el poeta es un orador prosaico que dice “oink” y “respir[a] un poema por la nariz”.

Ya sea asumiendo ambigua o mordazmente los detritos de la sociedad de consumo, tanto Sobre todo tus silencios como Kitsch nos permiten disfrutar de dos poetas que con audacia trocaron sus aureolas por los escaparates de neón.

Francisco Font
Narrador y crítico puertorriqueño

Kitsch o el ser como marca 50

Maybe I’m a loss,
Maybe I’m a lost cause
Im fighting for a lost cause

-BECK


Recurrentemente pierdo mis llaves,mi alma, mis tarjetas, incluso mi carro. He especulado que mi conducta no responde meramente al descuido. Intuyo que los extravíos frecuentes devienen sobredeterminados como signo-puntero que de un tiempo acá lo he perdido todo y que estas perdiditas papelan como gasparines burlones una bromita pesada, un hecho estrujado en el pecho; es mi gran culpa.

Meditaba sobre mis infortunios a propósito de la lectura de Kitsch (Editorial Isla Negra, 2006) de Federico Irizarry Natal que, según mi viciado y vicioso entender, es, en esencia, un libro sobre la Perdida y el constante Saudade a modo de tensión vital que supone el ser-en-el-consumismo; el ser Consumido. “La imagen soy yo, dijo la diva... / El universo es una gran tienda de zapatos; / sin estilo el mundo seria un error" (Divas). De inmediato acepto que, al transitar este requiem visceral, me juego el riesgo de la no complicidad; de sucumbir al artificio de la sofisticada y sórdida ironía que subyace entrelínea y, a fin de cuentas, es fiel retrato de esa carnosa crepitación de tufo desenfrenado que es la vida (Eco de Metrocles).

El modo meta-antipoetico

Es una de las condiciones fundamentales de Kitsch el modo meta-antipoético, un cierto análisis desarticularte del discurso poético. Siguiendo la línea de Heiddeger, Derrida y Eco, Irizarry cuestiona el posicionamiento epistemológico de su obra y preocupado por el agotamiento irremediable de nuevas formas de permutación semántica -problemática rescatada recientemente en los ensayos patafísicos de Julio Cesar Pol- enfrenta la ancha autopista del arte reciclado al servicio del consumismo, el kitsch, la oferta de un objeto prefabricado en substitución del deseo. Este ejercicio reflexivo se ve ejemplificado en el poema Fort / Da (Final del Juego) título que remite al fin de ese estadio original de caótica inconciencia; ante la falta del yo la imagen rebota indefinidamente frente al espejo del otro hasta apropiarse de la palabra, la muerte de la cosa lacaniana, la Perdida primigenia. Ingeniosamente Irizarry utiliza esta estructura circular para re-presentar concretamente a modo de loop -cual composición minimal de Jorge Castro (The joys an rewards of repetition, 1999) y su disociativo registro melancolico- el texto La poesía es un arma ca(r)gada de futuro, obligando una significación espacial desmitificante diametralmente opuesta al propósito original del titulo de Celaya. Una sentencia fatal; agotada toda posibilidad de nuevas formas de engaño emerge la tecnología del reciclaje como representación estética de la verdad.

El reciclaje como de expresión orgánica.

Me estoy meando; es parte del ciclo y me pregunto cuál será el sobredeterminante, si mi angurria podría constituirse como acto poético o viceversa y finalmente si será sensato cuestionarse estas cosas. Calculo; aguantar media hora más para ganar el derecho de ir al servicio o lanzarme en súbito arrebato desesperado del escritorio hacia el baño a riesgo de ser atrapado por la seguridad. "hurgó sin prisa en su bragueta / y, desatándose -nutrido en su desagüe-, / sus premuras acérrimas / aplacaron rápido / la inmensidad del incendio" mental. No. No escribo desde la cárcel ni mis palabras son bocanada de preso que se fuga. La cárcel esta en mi mente pero sólo por algunos momentos. Así me enseñaron los grupos de narcoterapia según su approach fenomenológico y surte un efecto fenomenal.

¿Ciencia o Control Social?

Vemos en la segunda tópica del tratado de Irizarry a un sujeto irremediablemente despojado de las quimeras del orden capitalista y sus tecnologías científicistas al servicio de los grandes intereses incluida la psicología; aborrecido de la mentira consumista ya frente a la insoportable desolación que esta condición obliga, Federico reflexiona sobre el ser alienado al punto de poetizar las heces humanas, objeto de la escatología existencialista campo que remite al arúspice que remite a dios al perverso inconsciente; el cuerpo sin signo, sin el marimbo de la palabra: "Tomar entonces, todos este reflujo! / Y ¡salud!”. Habitando los cavernosos recintos de Panero, como la sala de su propia casa, “la vida ha sido reducida a punzadas en la cabeza de un ebrio” / “la vida es todo eso, el acné, las arañas y el endurecimiento de un bulto pedregoso en la yugular", acota el poemario. Siguiendo una línea sistemática de deconstrucción de la (est)ética convencional, emerge Kitsch como propuesta desengañada ante el artilugio del arte vacío y reaccionario que con la pretensión de innovar se presenta sobrecargado de artificios comerciales y vanos. “¿Por qué tanto colorín, figurín Warhol; tanta bagatela?", reclama el sujeto a lo largo de un norte discursivo nutrido de una amalgama de referentes metaliterarios donde confluyen además los desgarrados gemidos suicidas del Grunch de Cobain, "porque hacia la larva como en tus canciones / los hombres ponen pie / en ruta de regreso! ".

Final del Juego

En una de las múltiples representaciones del sujeto poético, en las que vemos difuminado el semblante del autor, surge la pregunta a un borracho Bukowski: "¿Qué hacer en consecuencia con toda esta mierda? / Pégale duro y rómpele la nariz /como si descargaras toda tu rabia contra el cuerpo de aquella puta del becario de la Guggenheim"; y tras la imagen ensueño aquella exquisita tajada del subconsciente (orden simbólico; Puente movedizo del inconsciente (orden real; anterior al lenguaje)) americano que es el Fight Club de Palahniuk y sus terapéuticas repercusiones sobre la desperdiciada vitalidad juvenil; elucubrar nuevas formas de muerte, de religión.

John Torres
Poeta Puertorriqueño

La poética del Kitsch en Federico Irizarry

(Leído en la Librería La Tertulia, Viejo San Juan , 27 de mayo de 2006; y en la Universidad de Puerto Rico en Ponce, 4 de noviembre de 2006)


Kitsch (San Juan: Isla Negra, 2006) de Federico Irizarry, como bien sugiere el título del poemario, es un desmonte de las metanarrativas de nuestra atribulada postmodernidad. Tal vez, no parezca en sí una novedad; sin embargo, el lenguaje directo, en ocasiones aforístico, e incisivamente lúdico de Irizarry salva su propuesta poética de caer en un discurso latoso y academicista.

El “kitsch,” cuyo origen se remonta a los dibujos de pobre calidad vendidos en los mercados alemanes hacia la segunda mitad del siglo XIX, se refiere en su acepción moderna al objeto producido en masa de “dudoso” valor artístico. Para Walter Benjamin el “arte” que se reproduce en la era mecánica, erosiona el aura estética de la producción original. Esto, sin duda, es una visión platónica. Sin embardo, durante la segunda mitad del siglo XX, la crítica comenzó a ver el kistsch de una forma mucha más positiva y hasta contestataria. De ahí surge también una visión de lo “camp,” que vendría a convertirse en una celebración de lo banal y tonto una subversión tanto velada como abierta de las ideas y normas imperantes en una sociedad.

Los poemas de Kitsch se mueven entre la manifestación de la cultura de masas—ejemplificada por la televisión , la música grunge, los yuppies, la lista “Top ten” y los mahones—y las referencias al mundo literario—René Marqués, Costantin Kavafys, Clarice Lispector, Bukowski, etc. Lo que sugiere Federico Irizarry es que el mundo que constituye nuestra propia materialidad es un enorme kistch del cual no podemos desembarazarnos; por lo que es tarea del poeta deconstruirlo poéticamente. Es necesario aclarar que no se trata de una actitud de “épater le bourgois,” sino desde una postura irreverente que asume una responsabilidad critica en su lectura y escritura del mundo, lo que Paulo Freire denomina la “palabra-mundo.”

Kistch abre con un ars poética que sirve a modo de brújula:


Entusiasmado

salí temprano en la mañana
a robarme el fuego de los dioses,


pero regresé tarde y lento
fumándome un cigarrillo


La alusión al mito de Prometeo es evidente. De aquí se colige que una visión distópica, que mira con incredulidad toda búsqueda de la verdad última de las cosas, cifrada en el fuego de los dioses. No obstante, la voz poética nunca nos dice cómo fue desengañada, en qué momento preciso se disolvieron sus sueños de grandeza y originalidad. El poema termina con una nota irónica: la imagen del gran fuego queda reducida a un cigarrillo, a un objeto de consumo y perecedero. “Ars” es un poema reflexivo que apunta al desencuentro del ser postmoderno.

No se trata de una visión nihilista donde todo se resuelve en nada. Me parece que la postura de Irizarry como poeta dista mucho de eso. Esta poesía reflexiva que encontramos en Kistch nos obliga a repensar en aquellas metanarrativas que alimentaron al siglo XX, como la idea de la revolución. El poema que sigue a continuación es un buen ejemplo de ello:


CAMP


Ven, levanta sin miedo esta manta.
Mira, este grumo de grasa y humores podridos
alguna vez fue importante para un hombre
y también se llamaba patria y delirios.

–Gottfried Benn




Hagamos una revolución para divertirnos.

–D. H. Lawrence




En el oscuro bar de izquierda
-ya sin fuego nutrido en la mirada-
tu agitado rostro reluce
desde el póster de una pared.

¡Es la huelga del 34 y gritas!

Pero descontextualizado
en este bareto
no haces más que abrir la boca
para cantar canciones
de Jim Morrison o de Lou Reed;

en todo caso
para pedir heroicamente un trago.

En las mesas
hay jóvenes bellamente alborotados;
bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti.

Enérgica Generación Medalla,
yuppies y barbies nacionalistas
que te reclaman,
divo de la nación,
como indiscutido salvapatrias,
cual peluche patriótico,
como su mascota revolucionaria.

En las mesas
hay jóvenes en aire acondicionado;
bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti,

Albizu Camp,
Albizu Pop,
Albizu Kitsch.


La fetishización de Albizu como imagen de consumo se presenta aquí como la inutilidad de mantener un discurso revolucionario albizuísta en una era donde este tipo de revolución ha perdido vigencia. Lo paradójico es que una clase de jóvenes de cuello blanco sean quienes mitifiquen la figura de Albizu a unos niveles ridículos, donde contrasta la figura del patriota con el aire acondicinado y la discoteca. De la misma manera que la figura de Che Guevara se ha dehistorizado, decontextualizado, domesticado, convertido en objeto de mercancía; la figura de Albizu queda reducida a un afiche colocado en la pared de un bar.

El poder y el dominio masculino son dos ideas que Federico Irizarry pasa revista en el poema “Imago mundi,” donde la ironía es el detonante de una crítica mordaz, pero no menos oportuna;


Imago Mundi

Entre el poder extremo
y la masturbación

no hay diferencia alguna:

el hombre termina
ejerciendo su soberanía
a solas.

En Irizarry la poesía es un develar, un desocultamiento—para seguir una idea Heideggeriana—de la órbita deshumanizadora y cosificadora que nos arrastra continuamente. Pero la inserción de lo poético no se da aquí como un correctivo, sino acto de criticidad; esto es, una forma de reflexividad que acciona formas de conscienciación y posible praxis (interpretativas o de acción). El poeta se erige desde Kitsch como un ser que dentro del mundo reificado asume una libertad expresiva sin asumir la falsa representación del otro como discurso paternalista. Esto es precisamente una postura lírica, hablar desde si, desde la propia experiencia del poeta.


“Top ten” es un experimento en la técnica de la intertextualidad, pero también del pastiche—imitación o parodia de un estilo—construido a base de títulos de libros de poesía, cuentos y novelas:

TOP 10

Figuraciones en el mes de marzo,
Primavera con una esquina rota,
En las cimas de la desesperación,
La insoportable levedad del ser,
Espantapájaros,
La balada de la masturbadora solitaria,
Ulises a Telémaco,
Trilce,
El aleph,
Leo en la nebulosa.

Hay aquí una triple intencionalidad: por un lado, exponer las influencias literarias del propio poeta; por el otro, reducir lo literario a un esquema banal; o tal vez podría resultar en la desbanalización del esquema de las listas de los primeros 10s. La actitud prevalenciente aquí es retar ambos órdenes: los mass media y el establishment cultural, dirigiéndose hacia una desmitificación del gusto y del canon.

Finalmente, Kistch de Federico Irizarry es un elocuente testimonio de nuestro zeitgeist, o espíritu epocal, en el que nada es un imperativo categórico, salvo nuestro propio descreimiento de las cosas. Lanzados a este mundo, asumimos nuestra realidad como un “kitsch,” como una copia empobrecida de la realidad misma, pero manteniendo un margen salvable desde el cual podamos reaccionar pero también provocar.

Alberto Martínez-Márquez
Poeta y crítico puertorriqueño