03/10/07

La poética del Kitsch en Federico Irizarry

(Leído en la Librería La Tertulia, Viejo San Juan , 27 de mayo de 2006; y en la Universidad de Puerto Rico en Ponce, 4 de noviembre de 2006)


Kitsch (San Juan: Isla Negra, 2006) de Federico Irizarry, como bien sugiere el título del poemario, es un desmonte de las metanarrativas de nuestra atribulada postmodernidad. Tal vez, no parezca en sí una novedad; sin embargo, el lenguaje directo, en ocasiones aforístico, e incisivamente lúdico de Irizarry salva su propuesta poética de caer en un discurso latoso y academicista.

El “kitsch,” cuyo origen se remonta a los dibujos de pobre calidad vendidos en los mercados alemanes hacia la segunda mitad del siglo XIX, se refiere en su acepción moderna al objeto producido en masa de “dudoso” valor artístico. Para Walter Benjamin el “arte” que se reproduce en la era mecánica, erosiona el aura estética de la producción original. Esto, sin duda, es una visión platónica. Sin embardo, durante la segunda mitad del siglo XX, la crítica comenzó a ver el kistsch de una forma mucha más positiva y hasta contestataria. De ahí surge también una visión de lo “camp,” que vendría a convertirse en una celebración de lo banal y tonto una subversión tanto velada como abierta de las ideas y normas imperantes en una sociedad.

Los poemas de Kitsch se mueven entre la manifestación de la cultura de masas—ejemplificada por la televisión , la música grunge, los yuppies, la lista “Top ten” y los mahones—y las referencias al mundo literario—René Marqués, Costantin Kavafys, Clarice Lispector, Bukowski, etc. Lo que sugiere Federico Irizarry es que el mundo que constituye nuestra propia materialidad es un enorme kistch del cual no podemos desembarazarnos; por lo que es tarea del poeta deconstruirlo poéticamente. Es necesario aclarar que no se trata de una actitud de “épater le bourgois,” sino desde una postura irreverente que asume una responsabilidad critica en su lectura y escritura del mundo, lo que Paulo Freire denomina la “palabra-mundo.”

Kistch abre con un ars poética que sirve a modo de brújula:


Entusiasmado

salí temprano en la mañana
a robarme el fuego de los dioses,


pero regresé tarde y lento
fumándome un cigarrillo


La alusión al mito de Prometeo es evidente. De aquí se colige que una visión distópica, que mira con incredulidad toda búsqueda de la verdad última de las cosas, cifrada en el fuego de los dioses. No obstante, la voz poética nunca nos dice cómo fue desengañada, en qué momento preciso se disolvieron sus sueños de grandeza y originalidad. El poema termina con una nota irónica: la imagen del gran fuego queda reducida a un cigarrillo, a un objeto de consumo y perecedero. “Ars” es un poema reflexivo que apunta al desencuentro del ser postmoderno.

No se trata de una visión nihilista donde todo se resuelve en nada. Me parece que la postura de Irizarry como poeta dista mucho de eso. Esta poesía reflexiva que encontramos en Kistch nos obliga a repensar en aquellas metanarrativas que alimentaron al siglo XX, como la idea de la revolución. El poema que sigue a continuación es un buen ejemplo de ello:


CAMP


Ven, levanta sin miedo esta manta.
Mira, este grumo de grasa y humores podridos
alguna vez fue importante para un hombre
y también se llamaba patria y delirios.

–Gottfried Benn




Hagamos una revolución para divertirnos.

–D. H. Lawrence




En el oscuro bar de izquierda
-ya sin fuego nutrido en la mirada-
tu agitado rostro reluce
desde el póster de una pared.

¡Es la huelga del 34 y gritas!

Pero descontextualizado
en este bareto
no haces más que abrir la boca
para cantar canciones
de Jim Morrison o de Lou Reed;

en todo caso
para pedir heroicamente un trago.

En las mesas
hay jóvenes bellamente alborotados;
bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti.

Enérgica Generación Medalla,
yuppies y barbies nacionalistas
que te reclaman,
divo de la nación,
como indiscutido salvapatrias,
cual peluche patriótico,
como su mascota revolucionaria.

En las mesas
hay jóvenes en aire acondicionado;
bajo luces de discoteca
todos discuten sobre ti,

Albizu Camp,
Albizu Pop,
Albizu Kitsch.


La fetishización de Albizu como imagen de consumo se presenta aquí como la inutilidad de mantener un discurso revolucionario albizuísta en una era donde este tipo de revolución ha perdido vigencia. Lo paradójico es que una clase de jóvenes de cuello blanco sean quienes mitifiquen la figura de Albizu a unos niveles ridículos, donde contrasta la figura del patriota con el aire acondicinado y la discoteca. De la misma manera que la figura de Che Guevara se ha dehistorizado, decontextualizado, domesticado, convertido en objeto de mercancía; la figura de Albizu queda reducida a un afiche colocado en la pared de un bar.

El poder y el dominio masculino son dos ideas que Federico Irizarry pasa revista en el poema “Imago mundi,” donde la ironía es el detonante de una crítica mordaz, pero no menos oportuna;


Imago Mundi

Entre el poder extremo
y la masturbación

no hay diferencia alguna:

el hombre termina
ejerciendo su soberanía
a solas.

En Irizarry la poesía es un develar, un desocultamiento—para seguir una idea Heideggeriana—de la órbita deshumanizadora y cosificadora que nos arrastra continuamente. Pero la inserción de lo poético no se da aquí como un correctivo, sino acto de criticidad; esto es, una forma de reflexividad que acciona formas de conscienciación y posible praxis (interpretativas o de acción). El poeta se erige desde Kitsch como un ser que dentro del mundo reificado asume una libertad expresiva sin asumir la falsa representación del otro como discurso paternalista. Esto es precisamente una postura lírica, hablar desde si, desde la propia experiencia del poeta.


“Top ten” es un experimento en la técnica de la intertextualidad, pero también del pastiche—imitación o parodia de un estilo—construido a base de títulos de libros de poesía, cuentos y novelas:

TOP 10

Figuraciones en el mes de marzo,
Primavera con una esquina rota,
En las cimas de la desesperación,
La insoportable levedad del ser,
Espantapájaros,
La balada de la masturbadora solitaria,
Ulises a Telémaco,
Trilce,
El aleph,
Leo en la nebulosa.

Hay aquí una triple intencionalidad: por un lado, exponer las influencias literarias del propio poeta; por el otro, reducir lo literario a un esquema banal; o tal vez podría resultar en la desbanalización del esquema de las listas de los primeros 10s. La actitud prevalenciente aquí es retar ambos órdenes: los mass media y el establishment cultural, dirigiéndose hacia una desmitificación del gusto y del canon.

Finalmente, Kistch de Federico Irizarry es un elocuente testimonio de nuestro zeitgeist, o espíritu epocal, en el que nada es un imperativo categórico, salvo nuestro propio descreimiento de las cosas. Lanzados a este mundo, asumimos nuestra realidad como un “kitsch,” como una copia empobrecida de la realidad misma, pero manteniendo un margen salvable desde el cual podamos reaccionar pero también provocar.

Alberto Martínez-Márquez
Poeta y crítico puertorriqueño

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