03/10/07

Kitsch o el ser como marca 50

Maybe I’m a loss,
Maybe I’m a lost cause
Im fighting for a lost cause

-BECK


Recurrentemente pierdo mis llaves,mi alma, mis tarjetas, incluso mi carro. He especulado que mi conducta no responde meramente al descuido. Intuyo que los extravíos frecuentes devienen sobredeterminados como signo-puntero que de un tiempo acá lo he perdido todo y que estas perdiditas papelan como gasparines burlones una bromita pesada, un hecho estrujado en el pecho; es mi gran culpa.

Meditaba sobre mis infortunios a propósito de la lectura de Kitsch (Editorial Isla Negra, 2006) de Federico Irizarry Natal que, según mi viciado y vicioso entender, es, en esencia, un libro sobre la Perdida y el constante Saudade a modo de tensión vital que supone el ser-en-el-consumismo; el ser Consumido. “La imagen soy yo, dijo la diva... / El universo es una gran tienda de zapatos; / sin estilo el mundo seria un error" (Divas). De inmediato acepto que, al transitar este requiem visceral, me juego el riesgo de la no complicidad; de sucumbir al artificio de la sofisticada y sórdida ironía que subyace entrelínea y, a fin de cuentas, es fiel retrato de esa carnosa crepitación de tufo desenfrenado que es la vida (Eco de Metrocles).

El modo meta-antipoetico

Es una de las condiciones fundamentales de Kitsch el modo meta-antipoético, un cierto análisis desarticularte del discurso poético. Siguiendo la línea de Heiddeger, Derrida y Eco, Irizarry cuestiona el posicionamiento epistemológico de su obra y preocupado por el agotamiento irremediable de nuevas formas de permutación semántica -problemática rescatada recientemente en los ensayos patafísicos de Julio Cesar Pol- enfrenta la ancha autopista del arte reciclado al servicio del consumismo, el kitsch, la oferta de un objeto prefabricado en substitución del deseo. Este ejercicio reflexivo se ve ejemplificado en el poema Fort / Da (Final del Juego) título que remite al fin de ese estadio original de caótica inconciencia; ante la falta del yo la imagen rebota indefinidamente frente al espejo del otro hasta apropiarse de la palabra, la muerte de la cosa lacaniana, la Perdida primigenia. Ingeniosamente Irizarry utiliza esta estructura circular para re-presentar concretamente a modo de loop -cual composición minimal de Jorge Castro (The joys an rewards of repetition, 1999) y su disociativo registro melancolico- el texto La poesía es un arma ca(r)gada de futuro, obligando una significación espacial desmitificante diametralmente opuesta al propósito original del titulo de Celaya. Una sentencia fatal; agotada toda posibilidad de nuevas formas de engaño emerge la tecnología del reciclaje como representación estética de la verdad.

El reciclaje como de expresión orgánica.

Me estoy meando; es parte del ciclo y me pregunto cuál será el sobredeterminante, si mi angurria podría constituirse como acto poético o viceversa y finalmente si será sensato cuestionarse estas cosas. Calculo; aguantar media hora más para ganar el derecho de ir al servicio o lanzarme en súbito arrebato desesperado del escritorio hacia el baño a riesgo de ser atrapado por la seguridad. "hurgó sin prisa en su bragueta / y, desatándose -nutrido en su desagüe-, / sus premuras acérrimas / aplacaron rápido / la inmensidad del incendio" mental. No. No escribo desde la cárcel ni mis palabras son bocanada de preso que se fuga. La cárcel esta en mi mente pero sólo por algunos momentos. Así me enseñaron los grupos de narcoterapia según su approach fenomenológico y surte un efecto fenomenal.

¿Ciencia o Control Social?

Vemos en la segunda tópica del tratado de Irizarry a un sujeto irremediablemente despojado de las quimeras del orden capitalista y sus tecnologías científicistas al servicio de los grandes intereses incluida la psicología; aborrecido de la mentira consumista ya frente a la insoportable desolación que esta condición obliga, Federico reflexiona sobre el ser alienado al punto de poetizar las heces humanas, objeto de la escatología existencialista campo que remite al arúspice que remite a dios al perverso inconsciente; el cuerpo sin signo, sin el marimbo de la palabra: "Tomar entonces, todos este reflujo! / Y ¡salud!”. Habitando los cavernosos recintos de Panero, como la sala de su propia casa, “la vida ha sido reducida a punzadas en la cabeza de un ebrio” / “la vida es todo eso, el acné, las arañas y el endurecimiento de un bulto pedregoso en la yugular", acota el poemario. Siguiendo una línea sistemática de deconstrucción de la (est)ética convencional, emerge Kitsch como propuesta desengañada ante el artilugio del arte vacío y reaccionario que con la pretensión de innovar se presenta sobrecargado de artificios comerciales y vanos. “¿Por qué tanto colorín, figurín Warhol; tanta bagatela?", reclama el sujeto a lo largo de un norte discursivo nutrido de una amalgama de referentes metaliterarios donde confluyen además los desgarrados gemidos suicidas del Grunch de Cobain, "porque hacia la larva como en tus canciones / los hombres ponen pie / en ruta de regreso! ".

Final del Juego

En una de las múltiples representaciones del sujeto poético, en las que vemos difuminado el semblante del autor, surge la pregunta a un borracho Bukowski: "¿Qué hacer en consecuencia con toda esta mierda? / Pégale duro y rómpele la nariz /como si descargaras toda tu rabia contra el cuerpo de aquella puta del becario de la Guggenheim"; y tras la imagen ensueño aquella exquisita tajada del subconsciente (orden simbólico; Puente movedizo del inconsciente (orden real; anterior al lenguaje)) americano que es el Fight Club de Palahniuk y sus terapéuticas repercusiones sobre la desperdiciada vitalidad juvenil; elucubrar nuevas formas de muerte, de religión.

John Torres
Poeta Puertorriqueño

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